ME QUIEREN ENGAÑAR

¿Qué ha llevado a la izquierda a ser aliada de los grupos más reaccionarios de la derecha? ¿Qué ha llevado a la izquierda a no criticar ningún discurso identitario, etnocentrista, xenófobo de los partidos nacionalistas vascos y catalanes?

Se entiende y se comprende que en pleno franquismo, tanto por motivos estratégicos como también por estar perseguidos por el régimen franquista, la izquierda española y los partidos nacionalistas (sobre todo, vasco y catalán) fueran “compañeros de fatigas”. Con la llegada de la democracia y sus primeros años de instalación, también es de fácil comprensión que continuara esta alianza: todos empujando (más o menos, más menos que más) hacia un mismo sitio.

Años después, ya con la democracia instaurada y habiendo alcanzado los socialistas el poder -cosa impensable 7 años antes- esa cooperación, esa alianza continuó, ya fuera gobernando el Estado, ya fuera Comunidades Autónomas o ayuntamientos.

Si ya estaba regularizada la normalidad política en España y se veía el fluir diario de los políticos nacionalistas vascos y catalanes con declaraciones políticas identitarias, cuestionamiento del Estado, así como otras de índole xenófoba y etnocentrista, etc., ¿cómo se podía continuar con esta alianza siendo de izquierdas? Misterio. ¿Cómo se podía continuar así cuando esos partidos eran los herederos del absolutismo, del carlismo, de los valores oscuros que habían florecido en España en los últimos siglos, los enemigos de la Europa liberal, republicana y enciclopedista?

En las Comunidades Autónomas, donde estos partidos nacionalistas gobernaron en solitario o en coalición, se les dejó hacer casi de todo: el socialista José Ramón Recalde, Consejero de Educación del gobierno vasco en coalición con el PNV, manifestó que con su socio de gobierno no se negociaba ningún punto sino solamente el plazo de su ejecución. Se cuenta que Damborenea, el exdirigente socialista vasco, no quiso entrar en negociaciones con el PNV cuando llegó la hora de pactar un himno y bandera a la comunidad autónoma vasca, alegando que su bandera era la roja y su himno La Internacional. Los nacionalistas vascos vieron la puerta abierta e impusieron su bandera, el himno de su partido (el PNV) el “Gora eta gora” e incluso la denominación oficial de la comunidad. Parece ser que los socialistas vascos se arrepienten todos los días de esta decisión.

En Catalunya también ocurrió algo parecido, eligieron la fecha de una batalla entre tropas defensoras de Felipe V y del Archiduque Carlos como “Día de Cataluña”, tal como hacen la mayoría de los nacionalismos para no cerrar su melancolía política: celebrar una derrota, en este caso diciendo que era una derrota entre catalanes y españoles, cuando la verdad era una simple lucha dinástica en el… ¡siglo XVIII!, sí leen bien, hace 300 años. Los nacionalistas gallegos, también necesitados de símbolos y la consecuente derrota, hacen hincapié en la que sufrieron los nobles gallegos, auténticos carniceros de sus propios paisanos, por parte de los reyes de Castilla, los denominados Reyes Católicos.

Lo más paradójico de todo esto es que estas Comunidades Autónomas habían sido lugar de destino de cientos de miles, incluso millones de votantes de izquierda que no comulgaban con el ideario nacionalista y que, obviamente, eran dónde conseguía el voto los partidos de izquierda.

A nivel de Comunidad Autónoma se podría pensar que era una incongruencia que ese voto inmigrante no estuviera delegado en dirigentes también provenientes de la inmigración. Con la llegada de la normalidad democrática, los dirigentes provenientes de la inmigración, que habían sido la verdadera vanguardia contra el franquismo, desaparecieron de la cúpula de los partidos de izquierda y es la burguesía autóctona la que toma el relevo. Lo mismo sucedió en las organizaciones sindicales.

Catalunya fue claro ejemplo de esto. El PSC, históricamente sin ningún apoyo de base, se erige en depositario del voto inmigrante, mayoritario de izquierda, por una cuestión de federarse con el PSOE. Recolecta la mayoría de este voto en las grandes ciudades de Barcelona en las elecciones locales y generales, pero no en las autonómicas. Un importante porcentaje de votos que va al PSOE en las elecciones generales, no aparece en las autonómicas.

La mayoría de las ciudades del extrarradio barcelonés son gobernadas por el PSC con dirigentes provenientes de la inmigración (Corbacho, De Madre, Montilla…) A pesar de esto, entre los candidatos a las elecciones autonómicas no sucede lo mismo: son dirigentes autóctonos los que se presentan. Después de ir de fracaso en fracaso -el PSC llega a ser el único partido en la Europa occidental que no alcanza el poder en 23 años- se designa un líder proveniente de la inmigración, esta persona es del ala más “soberanista” del partido a pesar de que es nacido en Andalucía. El efecto “torquemada”, es decir, ser más “cristiano que los cristianos” se produce. Hay que ser más catalanista que los propios catalanes. A pesar de este cambio de apariencia, se sigue sin conseguir la mayoría absoluta.

En todos estos años de juego democrático, el PSC no busca en el silo de izquierdas esos electores que no se sientan representados a nivel autonómico por ellos, sino que pone su punta de mira electoral a la de otros partidos, principalmente CIU.

A la mayoría, sino la totalidad, de los dirigentes autóctonos del PSC les queda lejos las reivindicaciones de la izquierda, son dirigentes de la burguesía media y media-alta catalana que perfectamente podían militar en cualquier otro partido político, incluso de derechas.

Esa falta de ideologización hace que desaparezca la dicotomía derecha-izquierda y surja la de España-Catalunya, icono ideológico del nacionalismo.

La pasividad de los líderes sindicales originarios de la inmigración -sobre todo andaluza-, ante la jerarquía autóctona proveniente de la burguesía, a los cuales les quedaba muy lejos las reivindicaciones salariales y laborales, habría que situarla en el propio origen de esa inmigración: pueblos muy pequeños de Andalucía. Este inmigrante no procede de las grandes capitales (Cordoba, Sevilla, Jaén, etc) sino que proviene de míseras aldeas y pueblos que actualmente la mayoría ya han desaparecido. Como persona originaria del campesinado-jornalero, está impregnado culturalmente de servilismo, de no discutir ni cuestionar su realidad ni su futuro…

Cualquier crítica al nacionalismo hace que te conviertas automáticamente en un anticatalán y vasco. Se puede demonizar el sexo, el nacionalismo español, el marxismo, el liberalismo, la televisión, el psicoanálisis, la homosexualidad, la socialdemocracia, el cristianismo, pero el nacionalismo catalán y vasco, no. El patriotismo de una España cuasi-federal, democrática de algunos dirigentes, incluso de izquierdas (Ibarra, Bono, Borrell…,) es tachada por esos mismos nacionalismos como nacionalismo español cuasi-fascista.

En los años 70 y 80, llevar por Madrid, Valladolid, Salamanca, Murcia, etc, una bandera española en el coche, en tu correa del reloj o en un pin en el pecho, era signo inequívoco de que eras un miembro de la extrema derecha española. Se podían contar con los dedos de las manos de 1.000 personas las que eran tan dadas a hacer muestra de este patriotismo trasnochado. Ahora, 30 años después, ya son bastantes más, las que abogan por hacer afirmación de esta muestra de simbología. Los nacionalismos catalán y vasco, hacen surgir el nacionalismo español. El español se siente acomplejado de no poder mostrar sus símbolos y que se cuestione su propia identidad desde otros nacionalismos. La derecha española arropa ideológicamente este sentir, mientras la izquierda duda y hace juegos malabares. Una parte importante de esta izquierda traslada el problema a otro ámbito y alega que su bandera es la republicana y que por eso no hace alarde de su patriotismo.

¿Quién nos iba a decir a nosotros, los que habíamos odiado la España de los años 40, 50, 60 y principio de los 70, los que nos habíamos formado despreciando los símbolos franquistas que nos rodeaban, los que nos habíamos formado siendo antipatriotas de una patria caduca y que no era la de todos los españoles, que acabaríamos viendo a nuestro alrededor nacionalismos etnocentristas, xenófobos clamando por una identidad y diciéndonos como tenemos que sentirnos y en que idioma tendríamos que relacionarnos. Dejamos a unos fascistas que decían como nos teníamos que sentir, para que llegaran unos demócratas que nos decían lo mismo. Me han engañado.


3 comentarios:

PennyLane dijo...

el nacionalismo español no es consecuencia de los nacionalismos periféricos catalán y vasco.
a partir de ahí, su diserción pierde sentido y por lo tanto su conclusión no puede ser válida.

saludos desde barcelona.

Jefe Rojo dijo...

Está visto que usted estuvo buscando una frase, sacada de su contexto, para hacer su comentario. Hubiera sido mejor que terminara de leerlo completamente y pensar, aunque fuera un poquito, sobre lo que he escrito y después hacerlo. No me de las gracias por mi consejo, sobre todo porque nunca se siguen.

Anónimo dijo...

Los "nazionalismos" como las religiones, los sentimientos tribales o sectarios - de pertenencia a grupo- conforman un primitivo e irracional entorno para sojuzgar y dominar al ser humano. De eso viven tantos hechiceros,curas,ulemas,políticos,y demás traficantes de palabras.
Es un método cómodo y fácil y que funciona estupendamente gracias al control de población que esta actividad provoca con sus guerras.