PERFECCIONAMIENTO PERFECTO

¿Qué se puede oponer a este sistema liberal-conservador?

A la vista de lo que se puede aprender viendo la Historia de los últimos 100 años, la respuesta es obvia y cruda: Nada ni nadie.

Es un sistema político-social-económico con unas defensas perfectas. Todas las críticas a sus errores, fallos, paradojas, etc., son deglutidas de tal forma que provoca su propio perfeccionamiento, no para mejorarlo, sino para volverse más fuerte.

A lo largo de su existencia, se ha sentido amenazado en varias ocasiones: la primera, la podríamos situar con el nacimiento del marxismo; la segunda, mucho más liviana y humana, es la aparecida en el mayo del 68; la última y todavía renqueante, es el nacimiento del fenómeno de la antiglobalización, cuya primera muestra fue Seattle y Bolonia.

Últimamente ha llegado a tal perfeccionamiento en su defensa que ha provocado que la juventud, sector de la población que está más proclive a cuestionar el status-quo de su entorno, haya desaparecido. Ya nadie es joven, se pasa directamente de la etapa infantil y adolescente -13, 14, 15 años- a la etapa adulta -30 y tantos-. Se les ha ralentizado y prorrogado la adolescencia. El sistema defensivo ha canalizado el auge incontrolado hormonal de una forma bastante curiosa: la juventud sigue utilizando juegos infantiles y pre-adolescentes hasta bien entrada la treintena. Es corriente conocer a veinteañeros disfrutando todavía de consolas de videojuegos, patines, monopatines, bicicletas, etc. Los más “cuestionadores” del sistema, la vanguardia de ese lógico malestar, proclives a este cuestionamiento de una forma agresiva con su arte (música, pintura, poesía, etc.), son deglutidos por el sistema y terminan integrados en la “multinacional del graffiti” o emulando el conformismo y la marginación de la población afroamericana de las grandes urbes de Estados Unidos con su música, ademanes, vestuario, etc.

Esa ralentización y prorrogación de la adolescencia también afecta a la sexualidad. El veinteañero vive en casa de los padres y no dispone de medios suficientes para vivir sólo, incluso aunque tenga un salario propio. Prefiere convivir con sus progenitores porque es dificultosa su emancipación, debido al bajo salario que recibe, teniendo la misma calidad de vida que veía disfrutando. Está dispuesto a pagar el precio de un casi celibato o espaciar la frecuencia sexual, por la comodidad de vivir en casa de sus padres soportando los brotes del abismo generacional-paternal.

La diferencia de maduración entre sexos (las niñas maduran antes) que se veía en los adolescentes nacidos en los años 50-60 e, incluso, en los 70, se ha agrandado entre los nacidos en años posteriores.

Nunca el sistema actual ha estado tan seguro.

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