¿DÓNDE ESTA MAMI?

Dicen que, cuando los soldados son heridos en las batallas e intuyen que van a morir, a la única persona que llaman es a su madre. Cuentan los combatientes de la Gran Guerra que era insoportable oír los gritos que lanzaban los heridos y encontrarse en la llamada “tierra de nadie”, el "no man´s land", es decir, la franja de terreno que separaba ambas trincheras, sabiendo que no podían ser rescatados y que iban a fallecer entre barro, agua y cadáveres destrozados. Lo curioso de esto es que desde el soldado de apenas 18 años, hasta el oficial de 50, todos llamaban a su madre.

¿Qué hace que el ser humano grite, llame a su madre, en una situación así, incluso cuando se supone que ya somos lo suficiente maduros?

Han pasado los años, vivimos unas diferentes circunstancias y nos pasa lo mismo, ante momentos difíciles y no tan difíciles, seguimos necesitando que nos protejan.

Para cualquier niño, el mundo, su universo, es su madre, sólo existe ella, su piel, su olor, su calor…, el padre es una figura de alquiler, no existimos. Me decía un amigo que los hijos quieren mucho a sus padres, muchísimo, infinito, pero, a las madres se les quiere “un poquito más”. El infinito y un poquito más.

En esta época de grandes logros en la sociedad del bienestar, la madre ha desaparecido. Ya no está cuando volvemos del colegio para que nos haga el bocadillo de mortadela. ¿Dónde está mama?

Las mujeres actuales son continuamente engañadas. Desde que tienen edad para casarse, se les bombardea con una frase: “¿ya tienes novio? Cuando ya lo han conseguido, aparece otra: ¿Cuándo te casas? Después de la boda, continúa la pregunta: ¿Y para cuando un niño? A la llegada del primer vástago, surge la última pregunta: ¿Y para cuando la parejita? Seguidamente a este hecho, la mujer desaparece, ya nadie le hace preguntas.

La pregunta intemporal, la que recorre todos esos años es, desde no hace muchos, por cierto: ¿Trabajas?

En todo ese periodo no se tiene en cuenta al ser que se le obligó a ser. Con la edad de cuatro meses, ya se le puede llevar a una guardería, se le puede entregar a las 7 y media de la mañana e ir a recogerlo a las a partir de las 5 de la tarde. Estos horarios pueden varias dependiendo de si se tiene la suerte de contar con abuelos o que la madre no se le ocurra hacer tareas extra-laborales (gimnasio, danza malaya, yoga, ingeniería nuclear, danza del vientre, más gimnasio…,)

Conforme siguen creciendo, a los niños se les sigue obligando a asistir a otro tipo de guarderías en las que aprender música, taekwondo, inglés, alemán, guitarra, violín, chino…, a pesar de que ellos sólo quieren estar en casa con su madre. Pero ella sigue su vida atareada, con su stress diario, queriendo demostrar que es una “superwoman”, pensando en llegar lo antes posible y, al menos, poder duchar al niño y darle un beso antes de acostarlo. En definitiva, pasar una o dos horas con él al día, a lo sumo.

El fin de semana se puede convertir en algo horroroso, ya que todas las frustraciones de los chavales, su falta de afectividad, sus carencias afectivas, surgen de una manera incontrolada y espontanea. Este tiempo en familia supone a los padres un cansancio, una tensión psíquica a la que no están acostumbrados. Aparece la obligación de estar con los niños y, lo peor de todo, con la maldita la obligación de entretenerlos. Esto es demasiado cansino y los únicos que pueden hacerlo, de forma casi gratuita, son los productos estrellas de nuestra época: ordenador, consolas de juegos y, sobre todo, la televisión. Este último electrodoméstico cumple a la perfección con esta tarea y, de manera colateral con otra: la formación del ser humano. Los padres ya pueden hacer lo que sus mentes le pide todo el fin de semana: descansar.

También se da otra circunstancia: el poder adquisitivo de los padres es directamente proporcional a la delegación que estos hacen en otras personas. Dependiendo del colegio a que se le envíe: Si es privado, esa delegación es casi total; si es público, al ser conscientes los padres de la funcionaridad de los profesores, esta delegación es menor.

¿Por qué se supone que existe el instinto materno? ¿Existió alguna vez? Ya no es cuestión de estudiar si ha existido o no, sino de saber si existe ahora. Todo a nuestro alrededor dice que no hay ni la más mínima constatación de su existencia. Actualmente, comparado con lo que existía hace 30 ó 40 años, el sujeto-objetivo principal ha cambiado y se ha trasladado de la unidad-hijo, a la unidad-padres. Se establece que el factor más importante de la familia, no es el hijo, sino los sacrificados padres.

Esta “fuga” es cambiante. Si desde los 3 ó 4 años hasta los 12 ó 13 esta condicionado por un simple “estar con ellos", a partir de esta edad, sufre una transformación, el interés de los padres por los hijos depende del género:

A los varones se les ignora totalmente en su adolescencia, la única excepción sea quizás la preocupación de los padres de que sus hijos no sean gays.

Las de las chicas la importancia esta relacionada con la adquisición de fama de libertinas, tanto interior como estéticamente y, sobre todo, que no se queden embarazadas. Toda su vida anterior ha quedado borrada, los padres toman conciencia de que, ahora, sí es un ser humano y comiezan las prohibiciones.

El sexo, en todas sus facetas, sigue siendo la parte más importante de nuestra vida. En este caso hace que los hijos, por fin, broten. Anteriormente eran muñecos asexuados. Ahora ya son personas.

Otro cambio anterior a éste, es el que se produce entre los 5 ó 6 años, etapa en la que los niños empiezan a ser autosuficientes. El placer sexual que provocaban en esta edad, ya sea por el calor, por la textura de la piel o por el olor que despiden, desaparece. Ya son mayores, ya no hacen gracia. Esa frustración provoca que los padres piensen en tener otro más.

En definitiva, estamos obligados a tener hijos, tenemos que seguir el mandado materno y social aunque la sociedad no esté preparada para darles cobijo. Lo importante somos los padres, no ellos.

Me decía un amigo que, con todos los niños, había que tomar las mismas medidas que se estipulan con los que van a ser adoptados, medidas que son, incluso, exageradas, pero que, bien del niño así lo requiere. Lo malo es que, los padres que no optan por la adopción, no se les hace ningún tipo de estudio ni éxamen. Cualquier psicópata, cualquier ignorante, cualquier psicótico puede tener un hijo.

Si es tan pesado tener niños…, ¿por qué se tienen? ¿No sería mejor tener un perro o, ya puestos, un bonito pez de colores de esos que duran tan poco?

Una persona, quizás la más culta e inteligente con la que he topado a lo largo de mi vida, hablando de este tema se ofreció a responderme a esta pregunta -¿por qué se tienen hijos?- y, ante la presunción de que realmente tuviera la respuesta, le contesté que no tenía obligación de saberlo todo y que prefería vivir en “bendita ignorancia”.

Antes de irme al exilio, le pediré que me la responda. O quizás no.

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