SU EJERCITO ESPAÑOL

Recuerdo cuando éramos pacifistas y pensábamos que el Ejercito era una cosa de viejos, de gente bruta, de personas que estaban mimetizadas con el anterior régimen…, y abogábamos por su desaparición. Era el Ejército de Franco. Una estructura en la que se enmarcaba el régimen del Caudillo y le reprochábamos que fuera un sitio en donde, más o menos, te secuestraban durante un año y en el que solamente aprendías a vaguear. Había otros que le reprochaban que, al estar pendiente de hacer la “mili” no podías ser contratado por alguna empresa; otros, los que ya trabajaban, se sentían molestos al tener que dejar de trabajar un año para servir en filas sin que se les asegurara que a la vuelta tendrían reservado su antiguo puesto de trabajo.

Había algún otro caso que me resultaba chocantes y se daba la totalidad en zonas agrícolas, pequeños pueblos y aldeas, en las que podías encontrar a jóvenes que esperaban ir a cumplir sus obligaciones con la Patria con mucho anhelo ya que eso les suponía salir del pueblo. Algunos hasta pensaban en que, aparte de salir de su pueblo, ya no volverían a reentrar en él. Para mí eso era cosas de gente de campo, personas sin ideología…,

Yo, como la mayoría de la gente con la cual me relacionaba o conocía, éramos partidarios de la supresión del Ejercito o, estirando un poco nuestra posición, de crear un ejercito voluntario y profesional. No podía ser que nosotros, gente que no estábamos a gusto en un país tan gris, tan desfasado comparado con los países de la Europa occidental, con una policía dictatorial y con profesores violentos y maltratadores, entráramos obligatoriamente en un ejército cuyos valores no compartíamos.

Valores como Patria (la patria de Franco); Sacrificio (por un país con el que no estábamos de acuerdo ya que queríamos ser como Alemania, Suecia u Holanda); la Bandera (era la de Franco) era el símbolo de todo aquello; Dios (el dios de sangre y penitencia del que nos hablaban en los colegios), etc., etc. ¿Cómo íbamos nosotros a estar en un Ejercito cuyos oficiales, jefes y generales eran de ideología franquista, ultraderechista, miembros del Opus Dei, militaristas caducos, pertenecientes a un ejercito mal armado con material anticuado, lleno de chatarra regalada por EE UU? Era imposible.

Con la llegada de la Democracia las cosas no cambiaron. Gobernando el PSOE todavía te preguntaban a tu ingreso en la “mili” que religión profesabas. Si te acogías al derecho reconocido en la Constitución del 78 y les recordabas que tenías el derecho a no declararlo, te miraran como a un bicho raro y te decían señalando el formulario: “aquí hay que poner de que religión eres”. Al final, te ponían “católico” y mandaban pasar al siguiente. La paradoja seguía cuando preparabas con tus compañeros de filas el desfile de la Jura de la Bandera y tenías que responder afirmativamente a la pregunta:

“¡Soldados!, ¿juráis por Dios y por vuestro honor y prometéis a España, besando con unción su Bandera, obedecer y respetar al Rey, y a vuestros Jefes, no abandonarles nunca y derramar, si es preciso, en defensa de la soberanía e independencia de la Patria, de su unidad e integridad territorial y del ordenamiento constitucional, hasta la última gota de vuestra sangre?”. Era significativo la frase calderilla al final del juramento: “ordenamiento constitucional”.

Había que responder: “Sí, juro”. El “sí, prometo”, todavía no existía cuatro años después de promulgarse la Constitución.

Después aparecía un cura: "Ruego a Dios que os ayude a cumplir lo que habéis jurado y prometido”. ¿Pero no había cambiado todo?

Había otra opción si decías que no eras católico o pertenecías a otra religión, podías jurar bandera en la enfermería. No tengo ni idea que tipo de ceremonia se podría celebrar allí.

O sea, de momento, estabas encuadrado en una organización ilegal, subversiva, que no respetaba la Constitución Española en la que se declara que España es un Estado no confesional. Intuías que ya se estaba alterando las Leyes por una, digamos, tradición franquista. ¿Cómo iba yo a prometer defender todo aquello?

Decía Perón, y no hablo precisamente de un demócrata, que la Patria no es la bandera, que no es el Escudo, que no es el Ejercito, sino que son los hospitales, las escuelas, las universidades, las carreteras, las médicos, etc. Yo por defender esa Patria si que me apuntaba y seguramente la mayoría de los que estábamos allí, no la de una Patria anquilosada en la tradición, llena de militarismo, todavía, africanista, de religiosidad, de dogmatismo y de ilegales tradiciones.

La aprobación de la ley de objeción de conciencia le dio un tiro mortal al ejército de recluta obligatoria. El sentir de la juventud no estaba en una organización que no vivía en la realidad del mundo actual, por lo que se acogían a la Prestación Social Sustitutoria que, años tras año, hacía que el número de jóvenes españoles en ingresar en el Ejército decreciera considerablemente.

A la crítica de esta concepción anquilosada del Ejercito, se le sumaba otra también importante desde sectores nacionalistas e independentistas, con dos tipos de posiciones; una directa, de que España no era su país y que no tenían que defenderlo y, otra, que de una manera más solapada y pensando en su propio “proceso de construcción nacional”, promocionaba el ejercito voluntario y profesional que, aunque más caro que de leva obligatoria, era mucho más eficiente. Seguramente tenían algo de razón, pero no era su preocupación, sino otra que, evidentemente, no iban a confesar.

Todo esto llevó a que, maravíllense, el primer Gobierno de Aznar, con la ayuda de los partidos nacionalistas que le prestaban su apoyo, vulnerase la Constitución Española y que el Ejercito Español pasara a conformarse como un ejercito voluntario y profesional, algo que no estaba reflejada en la Ley Marco del 78. Prefirieron profesionalizar el Ejercito antes de hacerlo laico y basarlo en la sociedad civil real.

El Ejercito de recluta universal es una herencia de la Revolución Francesa y debería haberse conformado, una vez muerto Franco, como un pilar de la sociedad democrática y REAL, pero el nacionalismo español, tal como pasa con los demás nacionalismos que abundan en nuestro territorio, no se basa en la realidad y cree que la sociedad es una sociedad católica que sueña con dar la vida por su anhelado y soñado paraíso patriótico.

El Ejército debió de ser reformado y no profesionalizarlo.

Años después, muchos años después, todavía siguen con lo mismo. ¿Qué se puede esperar de un Ejército que todavía tiene como unidad más importante, una división que se llama Brunete, en recuerdo de una de las batallas hubo como consecuencia de un golpe de Estado perpetrado contra un gobierno constitucional y que ganó el bando insurrecto?

¿Qué se puede esperar de un Ejército que celebra su día con la festividad de una deidad religiosa católica? ¿Los soldados ateos, protestantes y musulmanes cantan los himnos militares llenos de religiosidad católica? ¿Todavía se canta en la Armada Española la Salve Marinera en honor a la Virgen del Carmen?

Parece ser que los españoles por lo único que podemos dar la vida es por salvaguardia de los valores católicos. Para defender los valores republicanos (igualdad, libertad, fraternidad), el Estado de Bienestar, por una buena educación y la sanidad pública, no.

En este momento de abundante inmigración, con gente proveniente de muchos países sin concepto de Estado, de sociedades rotas, no democráticas, de países que solamente existen en el mapa, el Ejercito hubiera podido ser un instrumento de uniformidad en los valores democráticos, obligando a que todos los nuevos españoles que vienen a ayudarnos a construir una sociedad mejor, tuvieran la concienciación de que algún día podrían tener que defender los valores de la sociedad democrática que les ha acogido. No por un dios, ni por la tradición, ni la historia que, lógicamente, no son comunes.

Un ejército así, sí que sería mi Ejército. El otro no.

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